Empresas y ciudadanos piensan de forma distinta al enfrentarse a la factura electrónica. Las primeras apuestan por la implantación progresiva del formato electrónico, que les permite mejorar la gestión del negocio y reducir costes. Por su parte, la mayoría de los consumidores –el 67,4 % según un estudio de la Federación de Usuarios y Consumidores Independientes (FUCI)- prefiere recibir las facturas en papel.

“Más que del formato –comenta Alberto Redondo, director de Marketing de Seres-los ciudadanos se quejan, sobre todo, de que no les dejan elegir cómo y dónde quieren recibir las facturas”.

El principal problemas, según Redondo, está en la manera como se está haciendo: sin informar ni consultar al usuario.“Las grandes [empresas] necesitan que sus usuarios accedan a su portal a ver las facturas. Es un canal de marketing muy importante. El problema viene cuando cada ciudadano tiene que ir al portal de cada una de las empresas de servicios. Ahí es cuando el posible beneficio se convierte en desventaja. Además si esas facturas no fuesen en pdf sino en algún formato estructurado como el facturae de la Agencia Tributaria nos permitiría a través de programas sencillos ver costes y comparar consumos y tarifas. Algo que algunas compañías no quieren ver ni en pintura”.

En opinión de Alberto Redondo, las empresas lo han tenido más difícil y, sin embargo, no les ha impedido adoptar la eFactura. “Han entendido que estamos construyendo la sociedad digital y no tiene sentido mantener el papel, el problema es que hay mucha confusión y falta de información”.