El pan y el frío: ¡cuidado!
Meter el pan en el frigorífico puede parecer una buena idea para evitar que se ponga duro, pero en realidad se seca hasta tres veces más rápido que si lo dejas a temperatura ambiente. Lo ideal es envolverlo en un paño de lino o guardarlo en una caja especial para pan, evitando la exposición directa a la luz del sol.
Además, almacenar el pan de forma inadecuada afecta tanto su textura como su sabor. Dejándolo fuera del frigorífico, disfrutarás de un pan más suave y lleno de sabor durante más tiempo.
Tomates: ¿frío? ¡No, gracias!
Los tomates pierden ese sabor característico y se les altera la textura y el aroma cuando se refrigeran. Para que sigan manteniendo ese toque fresco e intenso, lo mejor es ponerlos en un recipiente abierto y en un sitio con sombra, fuera del frigorífico, siguiendo las mejores prácticas de almacenamiento de tomates.
De este modo, los tomates maduran de forma natural y conservan ese sabor vibrante que tanto nos gusta en cada bocado.
Plátanos: ¡Dile adiós al frío!
Cuando se guardan en la nevera, los plátanos detienen su proceso de maduración, lo que hace que se vean marrones y pegajosos por fuera, sin alcanzar su punto óptimo por dentro. Para evitar este problema, es mejor guardar los plátanos en un frutero, separados de otras frutas.
Así, no solo mantendrán su aspecto apetecible, sino que también llegarán al justo nivel de dulzura y textura que buscan con métodos de conservación.
Papas: las papas y el frío, un match complicado
El frío hace que el almidón de las papas se transforme en azúcares, cambiando tanto su sabor como sus propiedades nutricionales. Por ello, conviene almacenarlas en un sitio fresco y seco, como un sótano o una despensa, a temperaturas entre 5 y 8 grados Celsius.
Con este método, las papas conservarán su consistencia firme y su sabor natural durante más tiempo.
¿Qué más es mejor no refrigerar?
Algunos productos, como el aceite de oliva, pierden calidad al estar en el frigorífico; se solidifica y su sabor se ve modificado. La miel también se cristaliza más rápidamente con el frío. Lo ideal es guardar ambos a temperatura ambiente: el aceite en un lugar protegido de la luz directa y la miel sobre la encimera.
Por otro lado, la salsa de soya, gracias a su alto contenido en sal y al proceso de fermentación, tiene una larga vida útil y no necesita refrigerarse inmediatamente después de abrir el envase.
Para terminar, ¡hablemos de cómo cuidar mejor nuestra comida!
Saber cómo reacciona cada alimento nos ayuda a decidir de la mejor manera dónde y cómo guardarlo. De esta forma, no solo conservamos sabores originales y texturas ideales, sino que también aprovechamos mejor lo que compramos al reducir el desperdicio.
Revisar la manera en que usamos el frigorífico puede mejorar notablemente nuestra experiencia en la cocina y, al mismo tiempo, sumarnos a un estilo de vida más sostenible con decisiones acertadas sobre la conservación de la comida.