5 enfermedades del tomate: señales claras y cómo salvar tu cosecha

El tomate está presente en casi todos los huertos, valorado tanto por su sabor como por su versatilidad en la cocina. Sin embargo, este vegetal tan popular puede verse afectado por diversas enfermedades que merman su calidad y producción. Conocerlas y saber cómo evitarlas resulta muy importante, ya seas un jardinero aficionado o un profesional experimentado.
El tizón tardío en el tomate
El tizón tardío es una infección fúngica que a muchos les causa dolores de cabeza. Sus síntomas son bastante llamativos: las hojas se salpican de color amarillo o marrón y, por el reverso, pueden presentar unas manchas blancas y esponjosas. Los frutos afectados acaban mostrando manchas marrones que se descomponen rápido, pudiendo arruinar la cosecha si no se actúa a tiempo.
Para batallar esta enfermedad, lo mejor es elegir variedades de tomate que sean resistentes. También ayuda dejar suficiente espacio entre las plantas para que circule el aire, ya que eso reduce la humedad que favorece al hongo. Y, si te animas, aplicar tratamientos preventivos con productos a base de cobre o azufre puede marcar la diferencia.
La necrosis apical (conocida popularmente como “culo negro”)
Aunque a veces se confunde con una enfermedad, la necrosis apical —o “culo negro”— es en realidad un problema fisiológico. Se nota por el tono oscuro, negro o marrón, que aparece en la parte inferior del fruto, la cual se vuelve seca y dura al tacto.
La causa principal de este problemilla es la falta de calcio en el fruto, habitualmente provocada por un riego irregular. Para evitarlo, lo ideal es regar las plantas de tomate de forma regular y uniforme, manteniendo el suelo lo suficientemente húmedo sin llegar a empaparse.
El oídio en los tomates
El oídio es otra de aquellas enfermedades fúngicas que se adueñan de las hojas y tallos del tomate. Se reconoce fácil: las hojas quedan cubiertas por un fino polvo blanco que provoca deformaciones y, a veces, que se caigan prematuramente.
Una buena manera de prevenir este mal es evitar el exceso de fertilización con nitrógeno, ya que un exceso puede favorecer su aparición. Además, disponer de una buena ventilación entre las plantas colabora para que no se acumule humedad. Y, como medida preventiva, aplicar productos con azufre o preparar decocciones de plantas puede ayudarte a mantenerlo a raya.
El virus del mosaico del tabaco (TMV)
El virus del mosaico del tabaco supone otro reto para los amantes del tomate. Este virus se contagia en su mayoría a través del contacto directo entre plantas enfermas y sanas. Entre sus síntomas destacan unas hojas con un patrón de mosaico en tonos de verde claro y oscuro, y frutos que pueden deformarse o presentar vetas amarillas.
Como no existe un tratamiento que lo elimine, lo mejor es prevenirlo. Desinfectar las manos y las herramientas después de manipular las plantas es fundamental. También es aconsejable eliminar las malezas que puedan portar el virus y, a la hora de plantar, optar por variedades más resistentes.
La podredumbre gris del tomate
La podredumbre gris, causada por el hongo Botrytis cinerea, afecta tanto a las hojas como a los frutos. Se identifica fácilmente por ese característico manto grisáceo que aparece sobre las superficies afectadas, haciendo que los frutos se vuelvan blandos y acuosos.
Para prevenirla, es fundamental ventilar bien las plantas y evitar la acumulación de humedad. Asimismo, no conviene abusar de la fertilización con nitrógeno. Revisar y retirar de forma periódica las hojas y frutos dañados ayudará a mantener bajo control este hongo.
Mantener nuestros tomates sanos implica estar atentos y conocer bien estos problemas. Con almacenamiento de tomates adecuado, podremos disfrutar de cosechas abundantes y saludables cada año. Así, cuidar nuestros tomates no solo nos recompensa con deliciosos frutos, sino también con la satisfacción de haber superado los retos que la naturaleza nos pone en el jardín.